domingo, 8 de marzo de 2015

Capitulos 11 y 12

CHICAS!! BUENAS NOTICIAS ... LES ESTARE AGREGANDO DE DOS EN DOS, UNA PARA QUE PASE RAPIDO LA NOVE Y DOS PARA QUE USTEDES LEAN MAS.
QUE LES PARECE LA ACTITUD DE TOM? ... COMENTEN. LES ESTARE HACIENDO PREGUNTAS SOBRE LOS CAPS ... YA SABEN 4 O MAS Y AGREGO MAÑANA ... ADIOS Y GRACIAS POR LEER :))

CAPITULO 11.-
—¿Estás bien? —me susurra al oído.
—¿Me está permitido hablar?
Tom hace presión hacia adelante y me aprieta el hueso de la cadera,
lo que provoca que dé un respingo sobre la encimera de la isla.
—No seas listilla.
—Estoy bien, y bien jodida —suspiro.
—______, por favor, vigila esa boca —me advierte. Levanta los brazos y
los deja caer sobre los míos; los acaricia con suavidad de arriba abajo.
—Pero es verdad. —Nunca me habían tratado así, aunque ha sido
increíble.
—Ya, pero no hace falta que hables así. Odio que digas tacos.
Frunzo el ceño para mis adentros.
—Tú también lo haces.
—Yo sólo los digo cuando cierta señorita me saca de mis casillas.
Suspiro con resignación.
—Está bien.
Permanecemos tumbados, saciados para una eternidad, mientras
recobramos el aliento. Estoy clavada bajo su cuerpo pesado y aplastada
contra el granito. Agradezco el frío en la mejilla y observo que mi aliento
cálido empaña la brillante superficie. Estoy alejada de la realidad y
ahogándome en un torbellino de sensaciones. Me siento exhausta, física y
emocionalmente, y todavía más perdida que antes.
—Tom.
—¿Hummm?
—¿Cuántos años tienes?
Él me aprieta los brazos.
—Veintidós.
Pongo los ojos en blanco. Si él tiene veintidós años, yo soy la
reencarnación de la madre Teresa. Sonrío para mis adentros. Después de lo
que acaba de pasar, eso es poco probable. Noto que empieza a moverse, y
una sensación de vacío se apodera de mí cuando sale de mi cuerpo. Se
inclina hacia adelante, me besa la espalda y empieza a separarnos,
apartando gradualmente la piel de la mía. Tengo frío.
—Ven aquí —susurra al tiempo que me agarra de la cintura. Me fijo
en que ya no lo hace de las caderas.
Coloco la palma de la mano sobre el granito y me incorporo con
ayuda de su lenta persuasión. Joder, es como intentar despegar el yeso de
una pared. Cuando por fin logro separar el cuerpo de la barra de desayuno,
me vuelvo hacia él. Abro los ojos de par en par al ver que vuelve a estar
duro. ¿Ya? ¡Si yo estoy agotada!
Me coloca sobre la encimera y se abre paso entre mis muslos, me
coge los brazos, se los coloca sobre los hombros y vuelve a agarrarme de la
cintura.
Me estudia los ojos.
—¿Estás bien?
Yo sonrío ante su atractivo rostro. ¿No es un poco tarde para
preguntar eso?
—Sí.
—Bien. —Se inclina y me estrecha con fuerza entre sus brazos.
Aspira el aroma de mi cuello—. No he acabado contigo todavía.
Le rodeo la cintura con las piernas y aprieto los muslos.
—Ya me he dado cuenta.
Es insaciable. Menos mal que sólo es sexo ocasional, porque no creo
que pudiese aguantar esto de manera permanente. Acabaría exhausta, si no
muerta.
—Es el efecto que ejerces sobre mí —me dice encogiéndose de
hombros.
No puede ser sólo influencia mía, pero acepto el cumplido. Entierro la
cara en su cuello e inhalo. Huele de maravilla.
—¿Tienes hambre? —me pregunta, y se aparta y me acaricia la
mejilla con los nudillos.
La verdad es que no, aunque no he tenido tiempo de comer en todo el
día. Decidí pasar de los canapés al champán; no quería que me pillasen con
la boca llena si alguien quería hablar conmigo en el Lusso.
—Un poco —respondo.
—Un poco —repite, y en sus labios se atisba una sonrisa. Parpadea y
yo sonrío—. Tienes una sonrisa muy abierta, me encanta.
Me besa las comisuras de los labios.
—¡Mierda! —En cuanto la palabra sale de mi boca, me arrepiento de
haberla dicho.
—¡Esa boca! —me reprende muy serio—. ¿Qué pasa?
—Le dije a Kate que iba hacia casa —contesto. No ha llamado o, si lo
ha hecho, no he oído el teléfono—. Será mejor que la llame. Necesita mi
coche mañana para ir a visitar a su abuela en Yorkshire.
«¡Mierda! ¡Joder, joder, joder!», puedo decir todos los tacos que
quiera en mi cabeza. Maldita sea. Mi coche está en el Lusso, y he bebido
demasiado como para ir a buscarlo ahora. Tal vez Kate pueda recogerlo por
la mañana con la llave de repuesto. No, no puede. La llave de repuesto
todavía está en casa de Matt. ¡Joder! Tengo que ir a por mis cosas de una
vez. Tendré que coger un taxi para ir a darle las llaves a Kate, y que ella
recoja el coche por la mañana en el Lusso.
Me retuerzo para liberarme y él me suelta a regañadientes, con el ceño
fruncido. Cojo el bolso, que está junto a la puerta de entrada, y busco mi
móvil dentro para escribirle a Kate un mensaje y explicarle la situación.
Añadiré una P.D. al final para informarla de que al final no tiene novia.
Saco los vaqueros que llevo en la maleta.
—Tengo que irme.
—¿Irte? —brama.
Me estremezco.
—Sólo tengo unas llaves y Kate las necesita —le explico.
Sacudo los pantalones. No voy a molestarme en ponerme la ropa
interior. Sólo voy un momento a casa. Meto una pierna por la pernera, doy
unos saltitos y me preparo para meter la otra.
Avanza tan de prisa que ni siquiera me da tiempo a verle la cara.
—¡Eh! —exclamo cuando me levanta en el aire y me lanza sobre su
hombro—. ¿Qué haces?
Tengo su culo firme y bronceado justo delante. Tom se vuelve y, sin
mediar palabra, empieza a avanzar por el apartamento.
—¡Mierda! ¡Tom, suéltame! —De un tirón, me arranca los vaqueros
de la pierna que he conseguido meter, los lanza al suelo y me da una
palmada en el culo—. ¡Ay!
—¡Esa boca!
Oigo que la puerta golpea la pared de yeso cuando la abre de una
patada y entramos en un dormitorio. Esta habitación también es blanca y
negra. ¿Qué demonios está haciendo? ¿Es que no ha tenido suficiente? ¿He
tenido yo suficiente? Cualquiera diría que sí.
Me baja del hombro sin ningún esfuerzo y vuelo ligeramente por el
aire antes de aterrizar sobre un mar de suntuoso algodón blanco. Lo
primero que percibo es que huele divinamente. Huele a él, a agua fresca y
deliciosa.
No tengo tiempo de recuperarme de la desorientación. Está entre mis
piernas en un nanosegundo. Su erección presiona mi entrada y me agarra
de las muñecas con las manos a ambos lados de la cabeza. Sus brazos,
completamente estirados, sostienen la parte superior de su cuerpo. Joder,
qué rápido es. Todavía no sé dónde estoy ni cómo he llegado aquí. No
obstante, reconozco el sentimiento de anticipación que empieza a formarse
en mi interior. Está claro que yo tampoco he tenido suficiente.
El resbaladizo extremo de su erección estimula la puerta de mi cuerpo
y el corazón se me empieza a acelerar en el pecho mientras me concentro
en sus ojos, que, por encima de los míos, me miran con una mezcla de
rabia y de sorpresa. ¿Estará loco?
—¡No vas a ir a ninguna parte! —ruge.
Mueve las caderas y se hunde en mí por completo, presionándome
hasta un punto increíble.
La penetración nos hace gritar al unísono. Lo tengo muy dentro, y mis
músculos se aferran a cada milímetro de su miembro. Se mantiene quieto
durante unos segundos, con la cabeza gacha y la boca laxa. Todos mis
pensamientos relacionados con el coche han desaparecido para dejar sitio a
la anticipación de lo que vendrá. Está claro que nunca me sacio de él.
Cuando se recompone, me mira y empieza a retirarse lentamente para
cargar de nuevo con un fuerte gruñido.
Yo echo la cabeza atrás con un grito.
—¡Mírame! —Su voz es un rugido carnal que no debe ser
desobedecido.
Vuelvo a posar la mirada en la suya mientras él se adentra en mí.
Jadeo como un perro deshidratado.
—Mucho mejor. ¿Hace falta que te lo recuerde? —pregunta.
¿Que me lo recuerde? ¡Si se refiere a la agradable sensación de
tenerlo dentro de mí la respuesta es sí! Muevo las caderas e intento que me
roce. Estoy excitadísima.
Él me mira, expectante.
—Contéstame, _____.
—Por favor —exhalo. No puedo creerme que le esté suplicando.
Bueno, la verdad es que sí. Puede hacerme y pedirme lo que quiera.
En su rostro se dibuja una sonrisa petulante. Entonces carga con más
fuerza y velocidad.
—¡Eres mía, _____! —ruge. Yo cierro los ojos con un alarido de placer
—. ¡Abre los putos ojos!
No tengo fuerzas para discutir. Los abro y él entra y sale de mi
interior a un ritmo y con una fuerza descomunales. Es increíble. Nuestros
cuerpos sudorosos chocan y me falta el aliento. Intento controlar la presión
que se acumula entre mis piernas. No aparta ni un segundo los ojos de los
míos a pesar de nuestros frenéticos movimientos corporales. Le rodeo la
cintura con las piernas y levanto las caderas para dejar que me penetre aún
más profundamente. Mi detonación se aproxima aún más. Las oleadas de
placer que me provocan sus persistentes embestidas me acercan al clímax.
No sé qué va a ser de mí.
—Joder, ______, ¿estás bien? —dice entre gruñidos.
Me suelta las muñecas y oigo el golpe de sus puños contra el colchón.
—¡No pares! —grito, y levanto las manos hacia sus resbaladizos
bíceps. Clavo las uñas en ellos para intentar agarrarme. Él grita y me
percute todavía con más fuerza. Echo la cabeza hacia atrás, desesperada.
Su fuerza y su control escapan a toda comprensión.
—Maldita sea, ______. ¡Mírame!
Vuelvo a enderezar la cabeza y nuestras miradas se cruzan de nuevo.
Tiene las pupilas dilatadas hasta tal punto que apenas se ve el marron de sus
ojos. Frunce el ceño y gotas de sudor le resbalan por las sienes. Deslizo una
mano hasta su nuca, le agarro del pelo empapado y tiro de él hacia mí hasta
que nuestros labios chocan y nuestras lenguas danzan; mientras, él
continúa con sus mortificantes estocadas.
No puedo aguantarlo más.
—Tom, me corro —jadeo contra sus labios. Me aferro a él con tanta
fuerza que se me duermen las puntas de los dedos.
—¡Mierda! A la vez, ¿vale? —gruñe con los dientes apretados. Me
aporrea con fuerza unas cuantas veces más, hasta que casi pierdo el
sentido, antes de gritar—: ¡Ya!
Y lo libero todo: la tensión acumulada entre las piernas, el peso de
mis pulmones y el furor de mi vientre. Todo sale despedido en una
inmensa ola de presión y un sonoro alarido.
—¡Dios mío! —exclama mientras empuja con fuerza una última vez
antes de dejarse caer sobre mí.
Siento su inyección abrasadora en mi interior, me derrumbo a su lado
y cierro los ojos, exhausta. Él se apoya sobre los antebrazos, sin aliento y
empapado de sudor, mientras se retira poco a poco, penetrando unas
cuantas veces más con embestidas largas y calculadas. Mis músculos se
contraen a su alrededor para ordeñar hasta la última gota de su
eyaculación. No pienso con claridad. Este hombre me ha provocado cuatro
orgasmos increíblemente intensos en menos de cuatro horas. ¡Eso es uno
por hora! Mañana no podré andar.
Me quedo así, saciada y agotada, jadeando y dolorida por el esfuerzo.
Empiezan a pesarme los ojos. Siento su frente contra la mía y los abro para
ver que los suyos están completamente cerrados. Me muevo un poco
debajo de él para atraer su atención, y siento que su erección en retroceso
da una sacudida dentro de mí. Se obliga a abrir los ojos y levanta la cabeza
para centrarse en mí. Analiza mi rostro, se acerca a mi boca y me da un
beso en los labios maltratados con toda la ternura del mundo. Suspiro
cuando deja caer el torso y se tumba sobre mi cuerpo. Su pecho, pesado
pero bienvenido, descansa sobre mí, y yo acepto la carga y estiro los brazos
para acariciarle la espalda con los dedos al tiempo que apoyo la barbilla en
su hombro y miro al techo. Él se estremece ligeramente y entierra el rostro
en mi cuello, posando los labios sobre mi yugular.
Jamás me había sentido tan bien. Sé que sólo es sexo, y los efectos
secundarios que tiene, pero ésta es la sensación más agradable del mundo.
Tiene que serlo. La ferocidad de este hombre es adictiva, su ternura es
dulce y su cuerpo supera la perfección. Es la personificación de la
masculinidad. Estoy metida en un buen berenjenal.
Sigo acariciándole la espalda. Me pesan los párpados. Siento todo su
peso encima y tengo las puntas de los dedos dormidas debido a la fricción
de las caricias. Noto su respiración pausada y regular contra mi cuello. Se
ha dormido y estoy atrapada debajo de su cuerpo macizo. Cuando dejo de
acariciarle la espalda, mueve las caderas ligeramente y se quita de encima
con lentitud. Me deja un inmenso vacío que me hace desear haber
aguantado su peso un rato más, o tal vez toda la vida.
Se apoya sobre los codos y me mira. Coge un mechón suelto de mi
pelo y analiza el brillante rizo caoba mientras juguetea con él entre sus
dedos índice y pulgar.
—Has hecho que me quede dormido —dice con voz ronca.
—Ya.
—Eres demasiado bonita —susurra, y vuelve a mirarme.
Tiene los ojos cansados. Estiro la mano para pasarle el pulgar por la
frente y hundo los dedos en su pelo.
—Tú también —digo con ternura. La verdad es que es muy hermoso.
Él sonríe levemente, agacha la cabeza y me acaricia los pechos con la
nariz.
—Ya se lo he recordado, señorita.
¡Ja! Lo sabía. Era un polvo recordatorio después de que el polvo para
que entrase en razón fracasara. Bueno, no ha fracasado, aunque yo diría que
más que para hacerme entrar en razón ha sido para hacerme perderla.
Se separa lentamente de mi cuerpo y vuelve a incorporarse. La
sensación de frío que me invade al instante hace que desee tirar de él para
que se tumbe de nuevo. Sí, me lo ha recordado muy bien. Me ofrece las dos
manos. Se las acepto y dejo que tire de mí hasta que quedo a horcajadas
sobre sus muslos. Me rodea la espalda con un brazo y me acuna contra su
pecho mientras se vuelve y se sienta con la espalda apoyada en la cabecera
de la cama, conmigo de cara. Me pone las manos en la cintura y traza
círculos con los pulgares sobre mis caderas. Hace que me estremezca.
Coloco las manos sobre las suyas para detener los movimientos.
Él me sonríe con picardía.
—Pasa el día conmigo mañana.
¿Cómo? Pensaba que sólo era sexo. Tal vez quiera pasarse todo el día
en la cama conmigo. Joder, después de lo de esta noche voy a necesitar una
semana para recuperarme, puede que más. Estoy, literalmente, jodida.
—Tengo cosas que hacer —digo con cautela. Tengo que ser prudente.
Debo mantener esto a un nivel informal, o tal vez no volver a verlo jamás.
Es el típico chico malo, aunque algo mayor. Es peligroso, enigmático y
absolutamente adictivo. Soy consciente de ello, pero aun así temo
engancharme.
—¿Qué cosas? —pregunta algo enrabietado.
La verdad es que no tengo nada que hacer. Sólo arreglar mi
habitación. Parece una leonera, pero tengo muy poco espacio y demasiados
efectos personales. Debería empezar a buscar otro sitio, pero me encanta
vivir con Kate.
—Tengo que ordenar cosas —contesto, y le agarro las manos cuando
veo que intenta volver a mover los pulgares de nuevo.
—¿Qué cosas? —Parece confundido.
—Kate me ha acogido en su casa temporalmente. Llevo allí cuatro
semanas, y lo tengo todo manga por hombro. Tengo que empezar a
organizarme para cuando me mude a otro sitio.
—¿Dónde vivías hace cuatro semanas?
—Con Matt.
Hace una mueca.
—¿Y quién coño es Matt?
—Relájate. Es mi ex novio.
—¿Ex?
—Sí, ex —me reafirmo, y veo que una ola de alivio inunda su rostro.
Pero ¿qué le pasa?—. Tom, tengo que ir a por mi coche —insisto.
No puedo dejar que Kate conduzca a Margo hasta Yorkshire. Va
dando bandazos y sacudidas. Para cuando llegue allí, le habrán salido
almorranas. Tiene que asegurar las tartas en cajas de poliestireno, atarlas
con correas y reducir la velocidad a cinco kilómetros por hora sobre los
badenes.
—Tranquila. Te acercaré mañana por la mañana.
Entonces ¿voy a quedarme aquí?
—Se irá sobre las ocho. —Tal vez no le apetezca tanto si lo saco de la
cama un sábado a primera hora de la mañana.
—De acuerdo —dice, y esboza una sonrisa malévola. Yo imito su
sonrisa, traslado sus manos a mi cintura y me llevo las mías a la cabeza
para quitarme las horquillas que me recogen el pelo. Me están dando dolor
de cabeza. Empiezo a desprenderme de ellas y él me mira con el ceño
fruncido.
Me detengo.
—¿Qué pasa?
—Te niegas a pasar el día conmigo, pero me pones esas preciosas
tetas delante de la cara. No es justo, _____ —dice, y estira el brazo para
tocarme un pezón, lo cual provoca que se endurezca al instante.
Yo protesto y me agarro el pecho.
—¡Oye! Tengo que quitarme las horquillas. Se me están clavando en
la cabeza. —Me quito una y me la pongo en la boca.
Me observa con interés, se inclina hacia adelante, coge la horquilla
entre los dientes y la escupe fuera de la cama. Entonces hunde la cara en
mis tetas. Yo sonrío para mis adentros y le acaricio el pelo mojado,
desoyendo la vocecita de mi cabeza que me dice que no me emocione
demasiado. Inspira profundamente, se aparta y me da un besito en cada
pezón. Luego me vuelve sobre su regazo.
—Déjame a mí. —Levanta las rodillas, de modo que quedo sujeta
entre ellas y su pecho, con los antebrazos apoyados sobre sus rótulas.
Empieza a pasarme los dedos por el pelo y a localizar las horquillas.
Las retira y me las da por encima del hombro.
—¿Cuántas te has puesto? —pregunta.
Me masajea el cuero cabelludo y encuentra una que se le había
olvidado.
—Unas cuantas. —Me da la última—. Tengo mucho pelo que sujetar.
—¿Unos cuantos centenares? —pregunta asombrado—. Eres como un
muñeco de vudú. Bueno, creo que ya están todas.
Coge las horquillas de mi mano y las deja en la mesita de noche.
Después me acaricia los hombros y vuelve a darme la vuelta para
colocarme contra su pecho, con la parte externa de mis piernas flexionadas
apoyada contra la parte interna de las suyas.
Es tan cómodo, y a mí me pesan tanto los párpados... He tenido un día
tremendamente ajetreado, y ha terminado con una maratón de sexo con
este hombre cautivador sobre el que estoy apoyada. Quizá debería
marcharme ya. Así evitaríamos ese incómodo sentimiento que
seguramente se apoderará de nosotros por la mañana. Pero entonces siento
que sus antebrazos me rodean el torso y mi cabeza cae automáticamente
sobre su hombro. Estoy tan a gusto y tan cansada que no pienso moverme
de aquí. Cada cierto tiempo me regala besos en el pelo, así que no tardo en
quedarme traspuesta con el sonido de su respiración constante. Se me
cierran los ojos. Estiro el brazo y empiezo a acariciarle la pierna.
—¿Cuántos años tienes? —farfullo, y siento que me estoy quedando
dormida.
Su pecho da unas leves sacudidas que me indican que se está riendo.
—Veintitrés.
Yo dejo escapar un bufido de incredulidad, pero no tengo fuerzas para
discutir con él. El cansancio me vence y me quedo dormida.

Capítulo 12.-
Me despierto exactamente en la misma postura en la que me había
dormido, pero tapada con un edredón hasta la cintura. Tom sigue
rodeándome el torso con los brazos y mis manos descansan sobre ellos. El
intenso olor a sexo se percibe en el ambiente.
Necesito hacer pis.
Inspecciono la habitación en busca de un reloj. ¿Qué hora será? Oigo
la respiración suave y serena de Tom junto a mi oreja. No quiero moverme
para no despertarlo, pero necesito ir al baño urgentemente. Y podría
marcharme antes de que él se despierte y me eche.
Despacio, empiezo a despegar sus brazos de mi cuerpo pegajoso. Él
gruñe un poco entre sueños y hace que sonría para mis adentros. Me
sorprende no estar arrepentida. No siento ningún tipo de remordimiento o
culpa. Este hombre es nocivo para mi corazón, lo sé, pero tiene algo que...
Su persistencia debería repelerme, pero no lo hace. No me arrepiento en
absoluto. Pero tampoco deseo permanecer aquí más de lo debido. De eso
nada. Pienso tomar las riendas de esta situación.
Justo cuando creía que estaba progresando, sus brazos se aferran a mí
y me inmovilizan.
—Ni se te ocurra, señorita —gruñe con la voz áspera por el sueño.
Lo agarro de los antebrazos con las manos e intento que me suelte.
—Necesito ir al cuarto de baño.
—Me da igual. Aguántate. Estoy cómodo.
—No puedo.
—No te voy a soltar —dice rotundamente, y con un golpe me aparta la
mano de su antebrazo mientras sigue sujetándome.
Yo dejo caer la cabeza sobre su hombro de nuevo, desesperada. Se
vuelve hacia mí y me besa la mejilla con dulzura. La barba que le ha
crecido durante la noche me rasca la cara. Es agradable, pero no es la
reacción matutina que esperaba.
Cuando advierto que ha relajado los músculos ligeramente y que está
ocupado besándome la mejilla, me dispongo a moverme, pero en cuanto
nota que lo hago para huir me pone boca arriba con las piernas separadas y
me agarra de las muñecas, una a cada lado de mi cabeza. Me mira con los
ojos brillantes y llenos de júbilo. Sí, está orgulloso de sí mismo hasta el
extremo y tiene un aspecto absolutamente glorioso con el pelo revuelto y la
barba rubia oscura.
Su erección matutina presiona mi dispuesta abertura y solicita la
entrada. Estoy indefensa. Mi cuerpo responde ante él y no me deja ni
pensar. El dolor en la vejiga pronto se ve sustituido por un intenso ardor
entre las piernas, y mi corazón se traslada a algún lugar situado entre mi
esternón y mi garganta. Su olor al alba es una mezcla de sudor dulce y de
ese aroma a agua fresca que tanto me gusta. Es una fragancia que me
embriaga, y soy consciente de que apenas puedo respirar. Debe de pensar
que soy demasiado fácil.
Y lo soy... con él.
Me frota la nariz con la suya.
—¿Qué tal has dormido?
¿Ahora quiere ponerse a charlar? Me saltan chispas en la
entrepierna..., ¿y él quiere hablar?
—Muy bien —digo, y muevo las caderas de manera sugerente.
Enarca las cejas y se le forma una sonrisa en los labios.
—Yo también.
Espero, resignada, a que él tome la iniciativa. Esta vez quiere ir
despacio, y me parece bien. Pero ¡podría darse un poco más de prisa!
Me observa con detenimiento mientras acerca lentamente su rostro al
mío. Cuando por fin nuestros labios se rozan, gimo y abro la boca para
invitarlo a entrar. Tiemblo de forma involuntaria cuando me lame la
lengua suavemente con la suya, tomándose su tiempo, seduciendo mi boca
con lentitud y retirándose de vez en cuando para besarme los labios con
dulzura antes de continuar explorando. Me encanta este Tom sensible.
Esto no tiene nada que ver con el amo dominante que me encontré ayer.
Cuando considera que ya me tiene cautivada, me libera las muñecas y
me acaricia un costado con la punta del dedo índice. Es suficiente para
hacer que pierda la razón y empiece a mover las caderas al tiempo que la
presión que siento en el vientre desciende a gran velocidad hacia mi sexo.
Su tacto es adictivo. Él es adictivo. Soy totalmente adicta.
Le agarro el culo, duro como una piedra, con las palmas de las manos,
y le aplico un poco de presión para apretar sus caderas contra las mías
deliberadamente. Ambos gemimos en armonía en la boca del otro.
—Pierdo la razón por completo cuando estoy contigo, señorita —
murmura contra mis labios.
Se aparta, me observa el rostro y se hunde lenta e intencionadamente
en mí, centímetro a centímetro. Mis manos salen disparadas hacia su
espalda y cierro los ojos con fuerza. Me ha llenado por completo.
Él permanece inmóvil y deja que me acople a su alrededor, con la
espalda tensa y la respiración entrecortada. Sé que debe de estar costándole
una barbaridad quedarse tan quieto.
—Mírame, ______ —susurra.
Abro los ojos y me encuentro con los suyos de inmediato. La
expresión de su rostro confirma mis pensamientos: tiene la mandíbula
tensa, la arruga de la frente más marcada que de costumbre y los ojos
cafeces en llamas. Muevo un poco las caderas para darle a entender que
estoy bien y, tras mi invitación, empieza a retirarse con lentitud hasta que
estoy segura de que va a salir, pero entonces, poco a poco, comienza a
hundirse de nuevo hasta la parte más profunda de mi ser, y entra y sale, y
entra y sale.
—Hummm... —gimo con un largo suspiro.
—Me encanta el sexo soñoliento contigo —exhala.
Las acometidas, medidas y deliberadas, me están haciendo perder el
control, así que empiezo a levantar las caderas para recibir sus
penetraciones, dejo que él entre más en mí y yo me excito todavía más. Es
una sensación extraordinaria. No voy a aguantar mucho tiempo si sigue así.
—¿Te gusta, ____? —pregunta en voz baja. Sabe que sí.
Su mirada sigue clavada en la mía; me sorprende ver que soy capaz de
mantener ese nivel de intimidad. Me resulta natural, y no me siento ni
incómoda, ni violenta, ni angustiada. Es como si estuviésemos
predestinados a estar así. Qué tontería.
—Sí —suspiro.
—¿Más rápido?
—No, me gusta así, por favor, sigue así. —Así es perfecto. El Tom
dominante, agresivo y potente es increíble, pero en estos momentos esto es
absolutamente perfecto.
Su mirada se pierde mientras me observa y continúa entrando y
saliendo de mí con movimientos acompasados. Estoy a punto. Quiero
besarlo, pero él parece conformarse con sólo mirarme. Le rodeo el trasero
con las piernas y le acaricio suavemente los brazos arriba y abajo.
Entonces se retira despacio, se detiene y es como si volviera en sí. Sus ojos
sondean los míos.
—Basta de sexo soñoliento —murmura, y se hunde de nuevo hasta los
más profundos confines de mi cuerpo sin darme tiempo a adaptarme.
Lanza un grito, se retira y repite el delicioso movimiento una y otra
vez, se aparta lentamente y empuja con ímpetu. El placer me inunda como
una fuerte tormenta y me hace perder la cabeza. Sus movimientos son
exactos y controlados. Estoy llegando al límite. Le agarro del pelo y acerco
su boca a la mía, le paso la lengua por el labio inferior, se lo muerdo con
suavidad y dejo que se deslice entre mis dientes mientras lo estiro. Él
vuelve a entrar y, con expresión tensa, me busca la boca y me besa con
pasión.
—No voy a dejarte escapar nunca —me informa entre beso y beso.
Me siento abrumada. Tom es un potente afrodisíaco para mí. Mi
mente y mi corazón están llenándose de sentimientos extraños respecto a
este hombre.
—No quiero que lo hagas —respondo contra sus labios. De repente
soy consciente de lo que he dicho y me siento confundida.
Él se para, detiene sus embestidas rítmicas justo cuando empezaba a
deshacerme en sus brazos. Hago una mueca ante la falta de movimiento, y
mi orgasmo queda suspendido en el limbo. Con toda su longitud aún dentro
de mí, aparta la cabeza y me mira. Inmediatamente salgo de mis confusos
pensamientos al ver la expresión de disgusto de su rostro.
Mierda, ¿he metido la pata al decir eso? Es sólo que me he dejado
llevar por la pasión del momento. Aparto la mirada. La he cagado.
—Mírame, _____ —ordena. Yo vuelvo a mirarlo a regañadientes y veo
que su expresión se ha suavizado un poco—. Vamos a tener esta
conversación cuando estés serena y no loca de lujuria.
Saca de mi interior su gruesa erección hasta la punta y se coloca sobre
mí. Es verdad, pierdo la cabeza cuando estoy con él, sobre todo cuando
me toma de esta manera. Me embriaga de placer y acabo diciendo
tonterías.
Se pasa la lengua por el labio inferior y jadea mientras empuja de
nuevo; su movimiento reactiva mi orgasmo. Siento que me arde la piel
mientras bombea con lentitud y fuerza, hasta el fondo. Le cojo la cabeza
con las manos y lo aproximo a mis labios para devorarlo mientras él
continúa con sus deliberadas arremetidas y me acerca cada vez más a otro
orgasmo orgásmico.
—Me voy a correr —farfulla—. Córrete conmigo, _____. Dámelo.
Y con tres estocadas más, dejo la mente en blanco y los fuegos
artificiales empiezan a estallar en mi cabeza. Me corro bajo su cuerpo con
un sonoro alarido.
—Eso es, nena —dice entre dientes, y se une a mi placer mientras yo
sigo emitiendo gritos y gemidos largos y graves.
Su erección se expande y se agita dentro de mí antes de expulsar,
chorro a chorro, su húmeda simiente en mi interior. Tom se desploma
sobre mi cuerpo y sigue apretándome con fuerza, asegurándose de que se
vacía hasta la última gota. Estoy exhausta. Ambos permanecemos
entrelazados, jadeando y esforzándonos por respirar.
—No sé qué decir —me susurra al oído.
Yo empiezo a recobrar la conciencia. Todavía me estoy recuperando
del orgasmo, pero lo he oído, alto y claro, y no sé muy bien cómo
tomármelo. Creo que ambos hemos dicho demasiadas cosas ya. Mi propio
comentario hace que me sienta un poco incómoda. Eso es lo que sucede
cuando te dejas llevar por el momento. La lujuria, el deseo y la pasión se
apoderan de tu mente y, antes de que te des cuenta, empiezas a soltar
estupideces por la boca.
Tras unos minutos de silencio, estoy mucho más que incómoda, así
que me revuelvo un poco debajo de él.
—¿Puedo usar ya el baño? —pregunto.
Él libera un suspiro largo y deliberado para dejarme clara su
frustración. Aunque no sé muy bien por qué está frustrado. Acaba de
tomarme.
Sale de mi cuerpo y se aparta de encima de mí, haciendo un tremendo
y exagerado esfuerzo por dejarse caer sobre la cama. Yo me despego de las
sábanas y, sin mediar palabra, camino sobre la moqueta blanca hasta el
cuarto de baño y cierro la puerta tras de mí. Sé que ha observado cada paso
que he dado. He sentido que sus ojos me aguijoneaban la espalda desnuda.
La inevitable incomodidad se ha retrasado, pero ya está aquí. Y ha llegado
con ganas.
Uso el retrete, me lavo las manos y me tomo unos momentos para
prepararme psicológicamente antes de volver a abrir la puerta. Él sigue
echado boca arriba, desnudo sin ningún pudor, y me clava la mirada de
inmediato. No sé qué hacer.
Al final, vuelvo a entrar en el cuarto de baño, cojo una toalla blanca y
suave del toallero, me envuelvo con ella y sujeto el extremo con la axila.
Salgo del aseo, me dirijo directamente a la puerta del dormitorio y llego al
espacioso salón. El suelo de la cocina está lleno de cristales que me
recuerdan lo que pasó anoche cuando se abalanzó sobre mí de repente. Iba
a ocurrir antes o después, lo hiciese o no, pero ahora la naturalidad de
nuestros cuerpos al unirse ha disminuido y ha dejado espacio para una sola
sensación: la incomodidad.
Veo mis bártulos junto a la puerta de entrada y busco mi teléfono.
«¡Mierda!» Son las siete y media. Se supone que Kate se marcha
dentro de media hora. Le mandé un mensaje diciéndole que iba hacia casa
y no he aparecido. Aunque ella ni siquiera ha llamado para ver dónde
estoy. ¡Qué detalle!
—¡Joder! —exclamo entre dientes.
Me vuelvo y veo a Tom, todavía desnudo, mirándome con cara de
enfadado. Pero ¿por qué coño está enfadado? Ahora soy yo la que está
cabreada.
—¡Esa boca! —me reprende con el ceño fruncido.
Está muy mosqueado. Bueno, y yo también. ¡Conmigo misma! Cojo
mi maleta y me dirijo hacia su cuarto de baño, aunque me paro para ir
recogiendo mi ropa diseminada por el suelo.
—¿Puedo usar la ducha?
—¡No! —espeta.
Yo me echo a reír.
—No seas crío, Tom —le digo con tono condescendiente, y paso por
delante de él, tan lejos como puedo, para volver al cuarto de baño. Sé que
es mejor para mí no tocarlo.
Me dispongo a cerrar la puerta, pero él la detiene con el hombro y
entra detrás de mí. Lo miro con desaprobación y me aparto para abrir el
grifo de la ducha. ¿Está enfadado por lo que he dicho en la cama? No lo
culpo. Yo también estoy enfadada conmigo misma. Tiene razones para
estarlo. Debería mantener la boca cerrada mientras follamos. Aunque, bien
pensado, él debería hacer lo mismo. También ha dicho unas cuantas
tonterías.
Busco en mi maleta la camiseta que llevaba puesta ayer, dejo caer las
chanclas al suelo embaldosado, tiro el estuche de maquillaje junto a la pila
del lavabo y me cepillo los dientes. Durante todo ese tiempo, Tom
permanece ahí, echando humo.
Cuando la habitación está llena de vapor, me quito la toalla con todo
el pudor del mundo. Pero estoy enfadada, así que me importa una mierda.
Abro la puerta de la ducha y me meto dentro para lavarme los cuatro
asaltos de Tom Kaulitz. Si no fuese porque estoy toda pegajosa por el sudor
y el semen que se extienden por todo mi cuerpo, ni siquiera me molestaría.
Me habría marchado ya.
El agua caliente me relaja a pesar de la mirada encolerizada de mi
espectador. Me lavo el pelo y dejo que el agua caiga sobre mí durante unos
momentos más. Pero no tengo tiempo de disfrutar de una ducha calmante.
Cuando abro los ojos, la puerta está abierta de par en par. El aire frío
envuelve mi cuerpo desnudo. Tom me mira con una mueca de ira.
—¡No vas a ir a ninguna parte! —me ladra.
Yo lo miro, totalmente exasperada y con la boca abierta hasta el plato
de la ducha. Ha hecho lo que ha querido conmigo desde que llegué aquí, ¿y
todavía no está satisfecho?
—Por supuesto que sí.
—¡De eso nada!
—Tom, pero ¿qué problema tienes? —El agua caliente de la ducha
cae sobre mí, el aire frío me envuelve y tengo a un tío bueno crispado
delante.
—¡TÚ! —me grita.
—¿Yo?
Menuda cara tiene. Paro el agua y me abro paso junto a su enorme
cuerpo; ignoro las chispas que recorren el mío al tocarlo. ¿Qué se ha creído
que soy? ¿Un objeto que puede follarse a voluntad? Me envuelvo con una
toalla y me coloco otra en la cabeza. Me froto con ella para eliminar la
humedad. No tengo tiempo de secarme el pelo, y además dudo que don
Irracional tenga un secador.
Noto que me agarra del brazo. Yo tiro de él con brusquedad para
soltarme y sigo poniéndome la ropa interior, los vaqueros y la camiseta.
—No quiero que te vayas. —Su voz se ha suavizado.
—No seas idiota, Tom. No puedes encerrarme aquí como a una
esclava sexual. Seguro que hay muchas mujeres rendidas a tus pies,
búscate a otra. —No puedo creer que le esté hablando con tanta dureza.
Sólo con imaginármelo con otra me entran ganas de matar.
Veo su mirada reflejada en el espejo. Tiene los ojos entrecerrados y
hacen que me arda la piel.
—No quiero a ninguna otra mujer. Te quiero a ti.
Paro cuando estoy a medio aplicarme la crema.
—¿No has tenido ya suficiente de mí? —pregunto. Una gran parte de
mi ser está deseando que diga que no, aunque sabe que las cosas acabarían
mal si lo hiciera.
Alarga la mano y me acaricia la mejilla con los nudillos. Yo me apoyo
contra ella involuntariamente, y cierro los ojos.
—Lo siento —dice con suavidad, y me rodea la cintura con el otro
brazo para atraerme hacia su pecho y posar los labios junto a mi oído—.
Perdóname.
Joder, pero ¿qué estoy haciendo? Este hombre es un imán. Absorbe
todo mi sentido común y me convierte en una persona irracional. Me
vuelvo para mirarlo y dejo que tome mi boca suave y vacilantemente.
Desliza la mano desde mi mejilla hasta mi nuca, y hunde los dedos en mi
pelo mojado. Me acaricia la lengua y los labios con veneración. Ya he
vuelto a caer en su red. Estoy completamente perdida.
Me libera la boca.
—Mucho mejor. —Me da un beso en la nariz—. ¿Aún quieres que te
lleve?
Arqueo las cejas y sonrío abiertamente.
—¿A por mi coche?
Vuelve a pegar los labios a los míos y resopla.
—Me encanta esa sonrisa. Dame diez minutos.
Abre el grifo de la ducha y coge una toalla limpia del calentador.
—¿Puedo beber agua? —pregunto.
—Puedes hacer lo que quieras, nena —responde. Me da una palmada

en el culo y se mete en la ducha.

5 comentarios:

  1. A mi la actitud de tom me deja sin palabras jajajajajaja a es como muy bipolar pero da igual a mi me sigue encantando jajajajajaja
    Sigueeee

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  2. Ajajaja la actitud de toma me desespera. Ahora bien ahorita mal ajajaja
    aumenta pronto: )

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  3. Demasiado raro diria yo jajahaja pero me encantaaa , sube el prox capi c: bye cuidateee

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  4. Esa actitud de Tom es super rara que estará tramando??? guaoo estuvo super intenso pero me encanto virgi espero los próximos caps!!!

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