QUE LES PARECE LA ACTITUD DE TOM? ... COMENTEN. LES ESTARE HACIENDO PREGUNTAS SOBRE LOS CAPS ... YA SABEN 4 O MAS Y AGREGO MAÑANA ... ADIOS Y GRACIAS POR LEER :))
CAPITULO 11.-
—¿Estás
bien? —me susurra al oído.
—¿Me está
permitido hablar?
Tom hace
presión hacia adelante y me aprieta el hueso de la cadera,
lo que
provoca que dé un respingo sobre la encimera de la isla.
—No seas
listilla.
—Estoy
bien, y bien jodida —suspiro.
—______,
por favor, vigila esa boca —me advierte. Levanta los brazos y
los deja
caer sobre los míos; los acaricia con suavidad de arriba abajo.
—Pero es
verdad. —Nunca me habían tratado así, aunque ha sido
increíble.
—Ya, pero
no hace falta que hables así. Odio que digas tacos.
Frunzo el
ceño para mis adentros.
—Tú
también lo haces.
—Yo sólo
los digo cuando cierta señorita me saca de mis casillas.
Suspiro
con resignación.
—Está
bien.
Permanecemos
tumbados, saciados para una eternidad, mientras
recobramos
el aliento. Estoy clavada bajo su cuerpo pesado y aplastada
contra el
granito. Agradezco el frío en la mejilla y observo que mi aliento
cálido
empaña la brillante superficie. Estoy alejada de la realidad y
ahogándome
en un torbellino de sensaciones. Me siento exhausta, física y
emocionalmente,
y todavía más perdida que antes.
—Tom.
—¿Hummm?
—¿Cuántos
años tienes?
Él me
aprieta los brazos.
—Veintidós.
Pongo los
ojos en blanco. Si él tiene veintidós años, yo soy la
reencarnación
de la madre Teresa. Sonrío para mis adentros. Después de lo
que acaba
de pasar, eso es poco probable. Noto que empieza a moverse, y
una
sensación de vacío se apodera de mí cuando sale de mi cuerpo. Se
inclina
hacia adelante, me besa la espalda y empieza a separarnos,
apartando
gradualmente la piel de la mía. Tengo frío.
—Ven aquí
—susurra al tiempo que me agarra de la cintura. Me fijo
en que ya
no lo hace de las caderas.
Coloco la
palma de la mano sobre el granito y me incorporo con
ayuda de
su lenta persuasión. Joder, es como intentar despegar el yeso de
una pared.
Cuando por fin logro separar el cuerpo de la barra de desayuno,
me vuelvo
hacia él. Abro los ojos de par en par al ver que vuelve a estar
duro. ¿Ya?
¡Si yo estoy agotada!
Me coloca
sobre la encimera y se abre paso entre mis muslos, me
coge los
brazos, se los coloca sobre los hombros y vuelve a agarrarme de la
cintura.
Me estudia
los ojos.
—¿Estás
bien?
Yo sonrío
ante su atractivo rostro. ¿No es un poco tarde para
preguntar
eso?
—Sí.
—Bien. —Se
inclina y me estrecha con fuerza entre sus brazos.
Aspira el
aroma de mi cuello—. No he acabado contigo todavía.
Le rodeo
la cintura con las piernas y aprieto los muslos.
—Ya me he
dado cuenta.
Es
insaciable. Menos mal que sólo es sexo ocasional, porque no creo
que
pudiese aguantar esto de manera permanente. Acabaría exhausta, si no
muerta.
—Es el
efecto que ejerces sobre mí —me dice encogiéndose de
hombros.
No puede
ser sólo influencia mía, pero acepto el cumplido. Entierro la
cara en su
cuello e inhalo. Huele de maravilla.
—¿Tienes
hambre? —me pregunta, y se aparta y me acaricia la
mejilla
con los nudillos.
La verdad
es que no, aunque no he tenido tiempo de comer en todo el
día.
Decidí pasar de los canapés al champán; no quería que me pillasen con
la boca
llena si alguien quería hablar conmigo en el Lusso.
—Un poco
—respondo.
—Un poco
—repite, y en sus labios se atisba una sonrisa. Parpadea y
yo
sonrío—. Tienes una sonrisa muy abierta, me encanta.
Me besa
las comisuras de los labios.
—¡Mierda!
—En cuanto la palabra sale de mi boca, me arrepiento de
haberla
dicho.
—¡Esa
boca! —me reprende muy serio—. ¿Qué pasa?
—Le dije a
Kate que iba hacia casa —contesto. No ha llamado o, si lo
ha hecho,
no he oído el teléfono—. Será mejor que la llame. Necesita mi
coche
mañana para ir a visitar a su abuela en Yorkshire.
«¡Mierda!
¡Joder, joder, joder!», puedo decir todos los tacos que
quiera en
mi cabeza. Maldita sea. Mi coche está en el Lusso, y he bebido
demasiado
como para ir a buscarlo ahora. Tal vez Kate pueda recogerlo por
la mañana
con la llave de repuesto. No, no puede. La llave de repuesto
todavía
está en casa de Matt. ¡Joder! Tengo que ir a por mis cosas de una
vez.
Tendré que coger un taxi para ir a darle las llaves a Kate, y que ella
recoja el
coche por la mañana en el Lusso.
Me
retuerzo para liberarme y él me suelta a regañadientes, con el ceño
fruncido.
Cojo el bolso, que está junto a la puerta de entrada, y busco mi
móvil
dentro para escribirle a Kate un mensaje y explicarle la situación.
Añadiré
una P.D. al final para informarla de que al final no tiene novia.
Saco los
vaqueros que llevo en la maleta.
—Tengo que
irme.
—¿Irte?
—brama.
Me
estremezco.
—Sólo
tengo unas llaves y Kate las necesita —le explico.
Sacudo los
pantalones. No voy a molestarme en ponerme la ropa
interior.
Sólo voy un momento a casa. Meto una pierna por la pernera, doy
unos
saltitos y me preparo para meter la otra.
Avanza tan
de prisa que ni siquiera me da tiempo a verle la cara.
—¡Eh!
—exclamo cuando me levanta en el aire y me lanza sobre su
hombro—.
¿Qué haces?
Tengo su
culo firme y bronceado justo delante. Tom se vuelve y, sin
mediar
palabra, empieza a avanzar por el apartamento.
—¡Mierda!
¡Tom, suéltame! —De un tirón, me arranca los vaqueros
de la
pierna que he conseguido meter, los lanza al suelo y me da una
palmada en
el culo—. ¡Ay!
—¡Esa
boca!
Oigo que
la puerta golpea la pared de yeso cuando la abre de una
patada y
entramos en un dormitorio. Esta habitación también es blanca y
negra.
¿Qué demonios está haciendo? ¿Es que no ha tenido suficiente? ¿He
tenido yo
suficiente? Cualquiera diría que sí.
Me baja
del hombro sin ningún esfuerzo y vuelo ligeramente por el
aire antes
de aterrizar sobre un mar de suntuoso algodón blanco. Lo
primero
que percibo es que huele divinamente. Huele a él, a agua fresca y
deliciosa.
No tengo
tiempo de recuperarme de la desorientación. Está entre mis
piernas en
un nanosegundo. Su erección presiona mi entrada y me agarra
de las
muñecas con las manos a ambos lados de la cabeza. Sus brazos,
completamente
estirados, sostienen la parte superior de su cuerpo. Joder,
qué rápido
es. Todavía no sé dónde estoy ni cómo he llegado aquí. No
obstante,
reconozco el sentimiento de anticipación que empieza a formarse
en mi
interior. Está claro que yo tampoco he tenido suficiente.
El
resbaladizo extremo de su erección estimula la puerta de mi cuerpo
y el
corazón se me empieza a acelerar en el pecho mientras me concentro
en sus
ojos, que, por encima de los míos, me miran con una mezcla de
rabia y de
sorpresa. ¿Estará loco?
—¡No vas a
ir a ninguna parte! —ruge.
Mueve las
caderas y se hunde en mí por completo, presionándome
hasta un
punto increíble.
La
penetración nos hace gritar al unísono. Lo tengo muy dentro, y mis
músculos
se aferran a cada milímetro de su miembro. Se mantiene quieto
durante
unos segundos, con la cabeza gacha y la boca laxa. Todos mis
pensamientos
relacionados con el coche han desaparecido para dejar sitio a
la
anticipación de lo que vendrá. Está claro que nunca me sacio de él.
Cuando se
recompone, me mira y empieza a retirarse lentamente para
cargar de
nuevo con un fuerte gruñido.
Yo echo la
cabeza atrás con un grito.
—¡Mírame!
—Su voz es un rugido carnal que no debe ser
desobedecido.
Vuelvo a
posar la mirada en la suya mientras él se adentra en mí.
Jadeo como
un perro deshidratado.
—Mucho
mejor. ¿Hace falta que te lo recuerde? —pregunta.
¿Que me lo
recuerde? ¡Si se refiere a la agradable sensación de
tenerlo
dentro de mí la respuesta es sí! Muevo las caderas e intento que me
roce.
Estoy excitadísima.
Él me
mira, expectante.
—Contéstame,
_____.
—Por favor
—exhalo. No puedo creerme que le esté suplicando.
Bueno, la
verdad es que sí. Puede hacerme y pedirme lo que quiera.
En su
rostro se dibuja una sonrisa petulante. Entonces carga con más
fuerza y
velocidad.
—¡Eres
mía, _____! —ruge. Yo cierro los ojos con un alarido de placer
—. ¡Abre
los putos ojos!
No tengo
fuerzas para discutir. Los abro y él entra y sale de mi
interior a
un ritmo y con una fuerza descomunales. Es increíble. Nuestros
cuerpos
sudorosos chocan y me falta el aliento. Intento controlar la presión
que se
acumula entre mis piernas. No aparta ni un segundo los ojos de los
míos a
pesar de nuestros frenéticos movimientos corporales. Le rodeo la
cintura
con las piernas y levanto las caderas para dejar que me penetre aún
más
profundamente. Mi detonación se aproxima aún más. Las oleadas de
placer que
me provocan sus persistentes embestidas me acercan al clímax.
No sé qué
va a ser de mí.
—Joder,
______, ¿estás bien? —dice entre gruñidos.
Me suelta
las muñecas y oigo el golpe de sus puños contra el colchón.
—¡No pares!
—grito, y levanto las manos hacia sus resbaladizos
bíceps.
Clavo las uñas en ellos para intentar agarrarme. Él grita y me
percute
todavía con más fuerza. Echo la cabeza hacia atrás, desesperada.
Su fuerza
y su control escapan a toda comprensión.
—Maldita
sea, ______. ¡Mírame!
Vuelvo a
enderezar la cabeza y nuestras miradas se cruzan de nuevo.
Tiene las
pupilas dilatadas hasta tal punto que apenas se ve el marron de sus
ojos.
Frunce el ceño y gotas de sudor le resbalan por las sienes. Deslizo una
mano hasta
su nuca, le agarro del pelo empapado y tiro de él hacia mí hasta
que
nuestros labios chocan y nuestras lenguas danzan; mientras, él
continúa
con sus mortificantes estocadas.
No puedo
aguantarlo más.
—Tom, me
corro —jadeo contra sus labios. Me aferro a él con tanta
fuerza que
se me duermen las puntas de los dedos.
—¡Mierda!
A la vez, ¿vale? —gruñe con los dientes apretados. Me
aporrea
con fuerza unas cuantas veces más, hasta que casi pierdo el
sentido,
antes de gritar—: ¡Ya!
Y lo
libero todo: la tensión acumulada entre las piernas, el peso de
mis
pulmones y el furor de mi vientre. Todo sale despedido en una
inmensa
ola de presión y un sonoro alarido.
—¡Dios
mío! —exclama mientras empuja con fuerza una última vez
antes de
dejarse caer sobre mí.
Siento su
inyección abrasadora en mi interior, me derrumbo a su lado
y cierro
los ojos, exhausta. Él se apoya sobre los antebrazos, sin aliento y
empapado
de sudor, mientras se retira poco a poco, penetrando unas
cuantas
veces más con embestidas largas y calculadas. Mis músculos se
contraen a
su alrededor para ordeñar hasta la última gota de su
eyaculación.
No pienso con claridad. Este hombre me ha provocado cuatro
orgasmos
increíblemente intensos en menos de cuatro horas. ¡Eso es uno
por hora!
Mañana no podré andar.
Me quedo
así, saciada y agotada, jadeando y dolorida por el esfuerzo.
Empiezan a
pesarme los ojos. Siento su frente contra la mía y los abro para
ver que
los suyos están completamente cerrados. Me muevo un poco
debajo de
él para atraer su atención, y siento que su erección en retroceso
da una
sacudida dentro de mí. Se obliga a abrir los ojos y levanta la cabeza
para
centrarse en mí. Analiza mi rostro, se acerca a mi boca y me da un
beso en
los labios maltratados con toda la ternura del mundo. Suspiro
cuando deja
caer el torso y se tumba sobre mi cuerpo. Su pecho, pesado
pero
bienvenido, descansa sobre mí, y yo acepto la carga y estiro los brazos
para
acariciarle la espalda con los dedos al tiempo que apoyo la barbilla en
su hombro
y miro al techo. Él se estremece ligeramente y entierra el rostro
en mi
cuello, posando los labios sobre mi yugular.
Jamás me
había sentido tan bien. Sé que sólo es sexo, y los efectos
secundarios
que tiene, pero ésta es la sensación más agradable del mundo.
Tiene que
serlo. La ferocidad de este hombre es adictiva, su ternura es
dulce y su
cuerpo supera la perfección. Es la personificación de la
masculinidad.
Estoy metida en un buen berenjenal.
Sigo
acariciándole la espalda. Me pesan los párpados. Siento todo su
peso
encima y tengo las puntas de los dedos dormidas debido a la fricción
de las
caricias. Noto su respiración pausada y regular contra mi cuello. Se
ha dormido
y estoy atrapada debajo de su cuerpo macizo. Cuando dejo de
acariciarle
la espalda, mueve las caderas ligeramente y se quita de encima
con
lentitud. Me deja un inmenso vacío que me hace desear haber
aguantado
su peso un rato más, o tal vez toda la vida.
Se apoya
sobre los codos y me mira. Coge un mechón suelto de mi
pelo y
analiza el brillante rizo caoba mientras juguetea con él entre sus
dedos
índice y pulgar.
—Has hecho
que me quede dormido —dice con voz ronca.
—Ya.
—Eres
demasiado bonita —susurra, y vuelve a mirarme.
Tiene los
ojos cansados. Estiro la mano para pasarle el pulgar por la
frente y
hundo los dedos en su pelo.
—Tú
también —digo con ternura. La verdad es que es muy hermoso.
Él sonríe
levemente, agacha la cabeza y me acaricia los pechos con la
nariz.
—Ya se lo
he recordado, señorita.
¡Ja! Lo
sabía. Era un polvo recordatorio después de que el polvo para
que entrase
en razón fracasara. Bueno, no ha fracasado, aunque yo diría que
más que
para hacerme entrar en razón ha sido para hacerme perderla.
Se separa
lentamente de mi cuerpo y vuelve a incorporarse. La
sensación
de frío que me invade al instante hace que desee tirar de él para
que se
tumbe de nuevo. Sí, me lo ha recordado muy bien. Me ofrece las dos
manos. Se
las acepto y dejo que tire de mí hasta que quedo a horcajadas
sobre sus
muslos. Me rodea la espalda con un brazo y me acuna contra su
pecho
mientras se vuelve y se sienta con la espalda apoyada en la cabecera
de la
cama, conmigo de cara. Me pone las manos en la cintura y traza
círculos
con los pulgares sobre mis caderas. Hace que me estremezca.
Coloco las
manos sobre las suyas para detener los movimientos.
Él me
sonríe con picardía.
—Pasa el
día conmigo mañana.
¿Cómo?
Pensaba que sólo era sexo. Tal vez quiera pasarse todo el día
en la cama
conmigo. Joder, después de lo de esta noche voy a necesitar una
semana
para recuperarme, puede que más. Estoy, literalmente, jodida.
—Tengo
cosas que hacer —digo con cautela. Tengo que ser prudente.
Debo
mantener esto a un nivel informal, o tal vez no volver a verlo jamás.
Es el
típico chico malo, aunque algo mayor. Es peligroso, enigmático y
absolutamente
adictivo. Soy consciente de ello, pero aun así temo
engancharme.
—¿Qué
cosas? —pregunta algo enrabietado.
La verdad
es que no tengo nada que hacer. Sólo arreglar mi
habitación.
Parece una leonera, pero tengo muy poco espacio y demasiados
efectos
personales. Debería empezar a buscar otro sitio, pero me encanta
vivir con
Kate.
—Tengo que
ordenar cosas —contesto, y le agarro las manos cuando
veo que
intenta volver a mover los pulgares de nuevo.
—¿Qué
cosas? —Parece confundido.
—Kate me
ha acogido en su casa temporalmente. Llevo allí cuatro
semanas, y
lo tengo todo manga por hombro. Tengo que empezar a
organizarme
para cuando me mude a otro sitio.
—¿Dónde
vivías hace cuatro semanas?
—Con Matt.
Hace una
mueca.
—¿Y quién
coño es Matt?
—Relájate.
Es mi ex novio.
—¿Ex?
—Sí, ex
—me reafirmo, y veo que una ola de alivio inunda su rostro.
Pero ¿qué
le pasa?—. Tom, tengo que ir a por mi coche —insisto.
No puedo
dejar que Kate conduzca a Margo hasta Yorkshire. Va
dando
bandazos y sacudidas. Para cuando llegue allí, le habrán salido
almorranas.
Tiene que asegurar las tartas en cajas de poliestireno, atarlas
con
correas y reducir la velocidad a cinco kilómetros por hora sobre los
badenes.
—Tranquila.
Te acercaré mañana por la mañana.
Entonces
¿voy a quedarme aquí?
—Se irá
sobre las ocho. —Tal vez no le apetezca tanto si lo saco de la
cama un
sábado a primera hora de la mañana.
—De
acuerdo —dice, y esboza una sonrisa malévola. Yo imito su
sonrisa,
traslado sus manos a mi cintura y me llevo las mías a la cabeza
para
quitarme las horquillas que me recogen el pelo. Me están dando dolor
de cabeza.
Empiezo a desprenderme de ellas y él me mira con el ceño
fruncido.
Me
detengo.
—¿Qué
pasa?
—Te niegas
a pasar el día conmigo, pero me pones esas preciosas
tetas delante
de la cara. No es justo, _____ —dice, y estira el brazo para
tocarme un
pezón, lo cual provoca que se endurezca al instante.
Yo
protesto y me agarro el pecho.
—¡Oye!
Tengo que quitarme las horquillas. Se me están clavando en
la cabeza.
—Me quito una y me la pongo en la boca.
Me observa
con interés, se inclina hacia adelante, coge la horquilla
entre los
dientes y la escupe fuera de la cama. Entonces hunde la cara en
mis tetas.
Yo sonrío para mis adentros y le acaricio el pelo mojado,
desoyendo
la vocecita de mi cabeza que me dice que no me emocione
demasiado.
Inspira profundamente, se aparta y me da un besito en cada
pezón.
Luego me vuelve sobre su regazo.
—Déjame a
mí. —Levanta las rodillas, de modo que quedo sujeta
entre
ellas y su pecho, con los antebrazos apoyados sobre sus rótulas.
Empieza a
pasarme los dedos por el pelo y a localizar las horquillas.
Las retira
y me las da por encima del hombro.
—¿Cuántas
te has puesto? —pregunta.
Me masajea
el cuero cabelludo y encuentra una que se le había
olvidado.
—Unas
cuantas. —Me da la última—. Tengo mucho pelo que sujetar.
—¿Unos
cuantos centenares? —pregunta asombrado—. Eres como un
muñeco de
vudú. Bueno, creo que ya están todas.
Coge las
horquillas de mi mano y las deja en la mesita de noche.
Después me
acaricia los hombros y vuelve a darme la vuelta para
colocarme
contra su pecho, con la parte externa de mis piernas flexionadas
apoyada
contra la parte interna de las suyas.
Es tan
cómodo, y a mí me pesan tanto los párpados... He tenido un día
tremendamente
ajetreado, y ha terminado con una maratón de sexo con
este
hombre cautivador sobre el que estoy apoyada. Quizá debería
marcharme
ya. Así evitaríamos ese incómodo sentimiento que
seguramente
se apoderará de nosotros por la mañana. Pero entonces siento
que sus
antebrazos me rodean el torso y mi cabeza cae automáticamente
sobre su
hombro. Estoy tan a gusto y tan cansada que no pienso moverme
de aquí.
Cada cierto tiempo me regala besos en el pelo, así que no tardo en
quedarme
traspuesta con el sonido de su respiración constante. Se me
cierran
los ojos. Estiro el brazo y empiezo a acariciarle la pierna.
—¿Cuántos
años tienes? —farfullo, y siento que me estoy quedando
dormida.
Su pecho
da unas leves sacudidas que me indican que se está riendo.
—Veintitrés.
Yo dejo
escapar un bufido de incredulidad, pero no tengo fuerzas para
discutir
con él. El cansancio me vence y me quedo dormida.
Capítulo 12.-
Me
despierto exactamente en la misma postura en la que me había
dormido,
pero tapada con un edredón hasta la cintura. Tom sigue
rodeándome
el torso con los brazos y mis manos descansan sobre ellos. El
intenso
olor a sexo se percibe en el ambiente.
Necesito
hacer pis.
Inspecciono
la habitación en busca de un reloj. ¿Qué hora será? Oigo
la respiración
suave y serena de Tom junto a mi oreja. No quiero moverme
para no
despertarlo, pero necesito ir al baño urgentemente. Y podría
marcharme
antes de que él se despierte y me eche.
Despacio,
empiezo a despegar sus brazos de mi cuerpo pegajoso. Él
gruñe un
poco entre sueños y hace que sonría para mis adentros. Me
sorprende
no estar arrepentida. No siento ningún tipo de remordimiento o
culpa.
Este hombre es nocivo para mi corazón, lo sé, pero tiene algo que...
Su
persistencia debería repelerme, pero no lo hace. No me arrepiento en
absoluto.
Pero tampoco deseo permanecer aquí más de lo debido. De eso
nada.
Pienso tomar las riendas de esta situación.
Justo
cuando creía que estaba progresando, sus brazos se aferran a mí
y me
inmovilizan.
—Ni se te
ocurra, señorita —gruñe con la voz áspera por el sueño.
Lo agarro
de los antebrazos con las manos e intento que me suelte.
—Necesito
ir al cuarto de baño.
—Me da
igual. Aguántate. Estoy cómodo.
—No puedo.
—No te voy
a soltar —dice rotundamente, y con un golpe me aparta la
mano de su
antebrazo mientras sigue sujetándome.
Yo dejo
caer la cabeza sobre su hombro de nuevo, desesperada. Se
vuelve
hacia mí y me besa la mejilla con dulzura. La barba que le ha
crecido
durante la noche me rasca la cara. Es agradable, pero no es la
reacción
matutina que esperaba.
Cuando
advierto que ha relajado los músculos ligeramente y que está
ocupado
besándome la mejilla, me dispongo a moverme, pero en cuanto
nota que
lo hago para huir me pone boca arriba con las piernas separadas y
me agarra
de las muñecas, una a cada lado de mi cabeza. Me mira con los
ojos brillantes
y llenos de júbilo. Sí, está orgulloso de sí mismo hasta el
extremo y
tiene un aspecto absolutamente glorioso con el pelo revuelto y la
barba
rubia oscura.
Su
erección matutina presiona mi dispuesta abertura y solicita la
entrada.
Estoy indefensa. Mi cuerpo responde ante él y no me deja ni
pensar. El
dolor en la vejiga pronto se ve sustituido por un intenso ardor
entre las
piernas, y mi corazón se traslada a algún lugar situado entre mi
esternón y
mi garganta. Su olor al alba es una mezcla de sudor dulce y de
ese aroma
a agua fresca que tanto me gusta. Es una fragancia que me
embriaga,
y soy consciente de que apenas puedo respirar. Debe de pensar
que soy
demasiado fácil.
Y lo
soy... con él.
Me frota
la nariz con la suya.
—¿Qué tal
has dormido?
¿Ahora
quiere ponerse a charlar? Me saltan chispas en la
entrepierna...,
¿y él quiere hablar?
—Muy bien
—digo, y muevo las caderas de manera sugerente.
Enarca las
cejas y se le forma una sonrisa en los labios.
—Yo
también.
Espero,
resignada, a que él tome la iniciativa. Esta vez quiere ir
despacio,
y me parece bien. Pero ¡podría darse un poco más de prisa!
Me observa
con detenimiento mientras acerca lentamente su rostro al
mío.
Cuando por fin nuestros labios se rozan, gimo y abro la boca para
invitarlo
a entrar. Tiemblo de forma involuntaria cuando me lame la
lengua
suavemente con la suya, tomándose su tiempo, seduciendo mi boca
con
lentitud y retirándose de vez en cuando para besarme los labios con
dulzura
antes de continuar explorando. Me encanta este Tom sensible.
Esto no
tiene nada que ver con el amo dominante que me encontré ayer.
Cuando
considera que ya me tiene cautivada, me libera las muñecas y
me
acaricia un costado con la punta del dedo índice. Es suficiente para
hacer que
pierda la razón y empiece a mover las caderas al tiempo que la
presión
que siento en el vientre desciende a gran velocidad hacia mi sexo.
Su tacto
es adictivo. Él es adictivo. Soy totalmente adicta.
Le agarro
el culo, duro como una piedra, con las palmas de las manos,
y le
aplico un poco de presión para apretar sus caderas contra las mías
deliberadamente.
Ambos gemimos en armonía en la boca del otro.
—Pierdo la
razón por completo cuando estoy contigo, señorita —
murmura
contra mis labios.
Se aparta,
me observa el rostro y se hunde lenta e intencionadamente
en mí,
centímetro a centímetro. Mis manos salen disparadas hacia su
espalda y
cierro los ojos con fuerza. Me ha llenado por completo.
Él
permanece inmóvil y deja que me acople a su alrededor, con la
espalda
tensa y la respiración entrecortada. Sé que debe de estar costándole
una
barbaridad quedarse tan quieto.
—Mírame,
______ —susurra.
Abro los
ojos y me encuentro con los suyos de inmediato. La
expresión
de su rostro confirma mis pensamientos: tiene la mandíbula
tensa, la
arruga de la frente más marcada que de costumbre y los ojos
cafeces en
llamas. Muevo un poco las caderas para darle a entender que
estoy bien
y, tras mi invitación, empieza a retirarse con lentitud hasta que
estoy
segura de que va a salir, pero entonces, poco a poco, comienza a
hundirse
de nuevo hasta la parte más profunda de mi ser, y entra y sale, y
entra y
sale.
—Hummm...
—gimo con un largo suspiro.
—Me
encanta el sexo soñoliento contigo —exhala.
Las
acometidas, medidas y deliberadas, me están haciendo perder el
control,
así que empiezo a levantar las caderas para recibir sus
penetraciones,
dejo que él entre más en mí y yo me excito todavía más. Es
una
sensación extraordinaria. No voy a aguantar mucho tiempo si sigue así.
—¿Te
gusta, ____? —pregunta en voz baja. Sabe que sí.
Su mirada
sigue clavada en la mía; me sorprende ver que soy capaz de
mantener
ese nivel de intimidad. Me resulta natural, y no me siento ni
incómoda,
ni violenta, ni angustiada. Es como si estuviésemos
predestinados
a estar así. Qué tontería.
—Sí —suspiro.
—¿Más
rápido?
—No, me
gusta así, por favor, sigue así. —Así es perfecto. El Tom
dominante,
agresivo y potente es increíble, pero en estos momentos esto es
absolutamente
perfecto.
Su mirada
se pierde mientras me observa y continúa entrando y
saliendo
de mí con movimientos acompasados. Estoy a punto. Quiero
besarlo,
pero él parece conformarse con sólo mirarme. Le rodeo el trasero
con las
piernas y le acaricio suavemente los brazos arriba y abajo.
Entonces
se retira despacio, se detiene y es como si volviera en sí. Sus ojos
sondean
los míos.
—Basta de
sexo soñoliento —murmura, y se hunde de nuevo hasta los
más
profundos confines de mi cuerpo sin darme tiempo a adaptarme.
Lanza un
grito, se retira y repite el delicioso movimiento una y otra
vez, se
aparta lentamente y empuja con ímpetu. El placer me inunda como
una fuerte
tormenta y me hace perder la cabeza. Sus movimientos son
exactos y
controlados. Estoy llegando al límite. Le agarro del pelo y acerco
su boca a
la mía, le paso la lengua por el labio inferior, se lo muerdo con
suavidad y
dejo que se deslice entre mis dientes mientras lo estiro. Él
vuelve a
entrar y, con expresión tensa, me busca la boca y me besa con
pasión.
—No voy a
dejarte escapar nunca —me informa entre beso y beso.
Me siento
abrumada. Tom es un potente afrodisíaco para mí. Mi
mente y mi
corazón están llenándose de sentimientos extraños respecto a
este
hombre.
—No quiero
que lo hagas —respondo contra sus labios. De repente
soy
consciente de lo que he dicho y me siento confundida.
Él se
para, detiene sus embestidas rítmicas justo cuando empezaba a
deshacerme
en sus brazos. Hago una mueca ante la falta de movimiento, y
mi orgasmo
queda suspendido en el limbo. Con toda su longitud aún dentro
de mí,
aparta la cabeza y me mira. Inmediatamente salgo de mis confusos
pensamientos
al ver la expresión de disgusto de su rostro.
Mierda,
¿he metido la pata al decir eso? Es sólo que me he dejado
llevar por
la pasión del momento. Aparto la mirada. La he cagado.
—Mírame,
_____ —ordena. Yo vuelvo a mirarlo a regañadientes y veo
que su
expresión se ha suavizado un poco—. Vamos a tener esta
conversación
cuando estés serena y no loca de lujuria.
Saca de mi
interior su gruesa erección hasta la punta y se coloca sobre
mí. Es
verdad, pierdo la cabeza cuando estoy con él, sobre todo cuando
me toma de
esta manera. Me embriaga de placer y acabo diciendo
tonterías.
Se pasa la
lengua por el labio inferior y jadea mientras empuja de
nuevo; su
movimiento reactiva mi orgasmo. Siento que me arde la piel
mientras
bombea con lentitud y fuerza, hasta el fondo. Le cojo la cabeza
con las
manos y lo aproximo a mis labios para devorarlo mientras él
continúa
con sus deliberadas arremetidas y me acerca cada vez más a otro
orgasmo
orgásmico.
—Me voy a
correr —farfulla—. Córrete conmigo, _____. Dámelo.
Y con tres
estocadas más, dejo la mente en blanco y los fuegos
artificiales
empiezan a estallar en mi cabeza. Me corro bajo su cuerpo con
un sonoro
alarido.
—Eso es,
nena —dice entre dientes, y se une a mi placer mientras yo
sigo
emitiendo gritos y gemidos largos y graves.
Su
erección se expande y se agita dentro de mí antes de expulsar,
chorro a
chorro, su húmeda simiente en mi interior. Tom se desploma
sobre mi
cuerpo y sigue apretándome con fuerza, asegurándose de que se
vacía
hasta la última gota. Estoy exhausta. Ambos permanecemos
entrelazados,
jadeando y esforzándonos por respirar.
—No sé qué
decir —me susurra al oído.
Yo empiezo
a recobrar la conciencia. Todavía me estoy recuperando
del
orgasmo, pero lo he oído, alto y claro, y no sé muy bien cómo
tomármelo.
Creo que ambos hemos dicho demasiadas cosas ya. Mi propio
comentario
hace que me sienta un poco incómoda. Eso es lo que sucede
cuando te
dejas llevar por el momento. La lujuria, el deseo y la pasión se
apoderan
de tu mente y, antes de que te des cuenta, empiezas a soltar
estupideces
por la boca.
Tras unos
minutos de silencio, estoy mucho más que incómoda, así
que me
revuelvo un poco debajo de él.
—¿Puedo
usar ya el baño? —pregunto.
Él libera
un suspiro largo y deliberado para dejarme clara su
frustración.
Aunque no sé muy bien por qué está frustrado. Acaba de
tomarme.
Sale de mi
cuerpo y se aparta de encima de mí, haciendo un tremendo
y
exagerado esfuerzo por dejarse caer sobre la cama. Yo me despego de las
sábanas y,
sin mediar palabra, camino sobre la moqueta blanca hasta el
cuarto de
baño y cierro la puerta tras de mí. Sé que ha observado cada paso
que he
dado. He sentido que sus ojos me aguijoneaban la espalda desnuda.
La
inevitable incomodidad se ha retrasado, pero ya está aquí. Y ha llegado
con ganas.
Uso el
retrete, me lavo las manos y me tomo unos momentos para
prepararme
psicológicamente antes de volver a abrir la puerta. Él sigue
echado
boca arriba, desnudo sin ningún pudor, y me clava la mirada de
inmediato.
No sé qué hacer.
Al final,
vuelvo a entrar en el cuarto de baño, cojo una toalla blanca y
suave del
toallero, me envuelvo con ella y sujeto el extremo con la axila.
Salgo del
aseo, me dirijo directamente a la puerta del dormitorio y llego al
espacioso
salón. El suelo de la cocina está lleno de cristales que me
recuerdan
lo que pasó anoche cuando se abalanzó sobre mí de repente. Iba
a ocurrir
antes o después, lo hiciese o no, pero ahora la naturalidad de
nuestros
cuerpos al unirse ha disminuido y ha dejado espacio para una sola
sensación:
la incomodidad.
Veo mis
bártulos junto a la puerta de entrada y busco mi teléfono.
«¡Mierda!»
Son las siete y media. Se supone que Kate se marcha
dentro de
media hora. Le mandé un mensaje diciéndole que iba hacia casa
y no he
aparecido. Aunque ella ni siquiera ha llamado para ver dónde
estoy.
¡Qué detalle!
—¡Joder!
—exclamo entre dientes.
Me vuelvo
y veo a Tom, todavía desnudo, mirándome con cara de
enfadado.
Pero ¿por qué coño está enfadado? Ahora soy yo la que está
cabreada.
—¡Esa boca!
—me reprende con el ceño fruncido.
Está muy
mosqueado. Bueno, y yo también. ¡Conmigo misma! Cojo
mi maleta y me dirijo hacia su cuarto de baño,
aunque me paro para ir
recogiendo mi ropa
diseminada por el suelo.
—¿Puedo usar la ducha?
—¡No! —espeta.
Yo me echo a reír.
—No seas crío, Tom —le
digo con tono condescendiente, y paso por
delante de él, tan lejos
como puedo, para volver al cuarto de baño. Sé que
es mejor para mí no
tocarlo.
Me dispongo a cerrar la
puerta, pero él la detiene con el hombro y
entra detrás de mí. Lo
miro con desaprobación y me aparto para abrir el
grifo de la ducha. ¿Está
enfadado por lo que he dicho en la cama? No lo
culpo. Yo también estoy
enfadada conmigo misma. Tiene razones para
estarlo. Debería mantener
la boca cerrada mientras follamos. Aunque, bien
pensado, él debería hacer
lo mismo. También ha dicho unas cuantas
tonterías.
Busco en mi maleta la
camiseta que llevaba puesta ayer, dejo caer las
chanclas al suelo
embaldosado, tiro el estuche de maquillaje junto a la pila
del lavabo y me cepillo
los dientes. Durante todo ese tiempo, Tom
permanece ahí, echando
humo.
Cuando la habitación está
llena de vapor, me quito la toalla con todo
el pudor del mundo. Pero
estoy enfadada, así que me importa una mierda.
Abro la puerta de la ducha
y me meto dentro para lavarme los cuatro
asaltos de Tom Kaulitz.
Si no fuese porque estoy toda pegajosa por el sudor
y el semen que se
extienden por todo mi cuerpo, ni siquiera me molestaría.
Me habría marchado ya.
El agua caliente me
relaja a pesar de la mirada encolerizada de mi
espectador. Me lavo el
pelo y dejo que el agua caiga sobre mí durante unos
momentos más. Pero no
tengo tiempo de disfrutar de una ducha calmante.
Cuando abro los ojos, la
puerta está abierta de par en par. El aire frío
envuelve mi cuerpo
desnudo. Tom me mira con una mueca de ira.
—¡No vas a ir a ninguna
parte! —me ladra.
Yo lo miro, totalmente
exasperada y con la boca abierta hasta el plato
de la ducha. Ha hecho lo
que ha querido conmigo desde que llegué aquí, ¿y
todavía no está
satisfecho?
—Por supuesto que sí.
—¡De eso nada!
—Tom, pero ¿qué problema
tienes? —El agua caliente de la ducha
cae sobre mí, el aire
frío me envuelve y tengo a un tío bueno crispado
delante.
—¡TÚ! —me grita.
—¿Yo?
Menuda cara tiene. Paro
el agua y me abro paso junto a su enorme
cuerpo; ignoro las
chispas que recorren el mío al tocarlo. ¿Qué se ha creído
que soy? ¿Un objeto que
puede follarse a voluntad? Me envuelvo con una
toalla y me coloco otra
en la cabeza. Me froto con ella para eliminar la
humedad. No tengo tiempo
de secarme el pelo, y además dudo que don
Irracional tenga un
secador.
Noto que me agarra del
brazo. Yo tiro de él con brusquedad para
soltarme y sigo
poniéndome la ropa interior, los vaqueros y la camiseta.
—No quiero que te vayas.
—Su voz se ha suavizado.
—No seas idiota, Tom. No
puedes encerrarme aquí como a una
esclava sexual. Seguro
que hay muchas mujeres rendidas a tus pies,
búscate a otra. —No puedo
creer que le esté hablando con tanta dureza.
Sólo con imaginármelo con
otra me entran ganas de matar.
Veo su mirada reflejada
en el espejo. Tiene los ojos entrecerrados y
hacen que me arda la
piel.
—No quiero a ninguna otra
mujer. Te quiero a ti.
Paro cuando estoy a medio
aplicarme la crema.
—¿No has tenido ya
suficiente de mí? —pregunto. Una gran parte de
mi ser está deseando que
diga que no, aunque sabe que las cosas acabarían
mal si lo hiciera.
Alarga la mano y me
acaricia la mejilla con los nudillos. Yo me apoyo
contra ella
involuntariamente, y cierro los ojos.
—Lo siento —dice con suavidad,
y me rodea la cintura con el otro
brazo para atraerme hacia
su pecho y posar los labios junto a mi oído—.
Perdóname.
Joder, pero ¿qué estoy
haciendo? Este hombre es un imán. Absorbe
todo mi sentido común y
me convierte en una persona irracional. Me
vuelvo para mirarlo y
dejo que tome mi boca suave y vacilantemente.
Desliza la mano desde mi
mejilla hasta mi nuca, y hunde los dedos en mi
pelo mojado. Me acaricia
la lengua y los labios con veneración. Ya he
vuelto a caer en su red.
Estoy completamente perdida.
Me libera la boca.
—Mucho mejor. —Me da un
beso en la nariz—. ¿Aún quieres que te
lleve?
Arqueo las cejas y sonrío
abiertamente.
—¿A por mi coche?
Vuelve a pegar los labios
a los míos y resopla.
—Me encanta esa sonrisa.
Dame diez minutos.
Abre el grifo de la ducha
y coge una toalla limpia del calentador.
—¿Puedo beber agua?
—pregunto.
—Puedes hacer lo que
quieras, nena —responde. Me da una palmada
en el culo y se mete en la ducha.
A mi la actitud de tom me deja sin palabras jajajajajaja a es como muy bipolar pero da igual a mi me sigue encantando jajajajajaja
ResponderBorrarSigueeee
Sii Tom esta raroo!?
ResponderBorrarSiguelaaa ;)
Ajajaja la actitud de toma me desespera. Ahora bien ahorita mal ajajaja
ResponderBorraraumenta pronto: )
Demasiado raro diria yo jajahaja pero me encantaaa , sube el prox capi c: bye cuidateee
ResponderBorrarEsa actitud de Tom es super rara que estará tramando??? guaoo estuvo super intenso pero me encanto virgi espero los próximos caps!!!
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